En este mediático relato de 33 mineros que estuvieron 69 días sepultados a más de 600 metros de profundidad, que fueron proclamados héroes de la patria, que serán besados por las reinas de la belleza y hechos ricos por la publicidad, y luego aborrecidos por el Gobierno y olvidados para siempre, pocos medios han resaltado lo que es a todas luces evidente: los ministros, técnicos, autoridades y empresarios que van y vienen de Copiapó (y ayer asistían al gran circo del rescate) son todos de pura raza blanca (si es que eso existe), mientras que los rostros de los atrapados en la mina muestran todos claros rasgos indígenas o mestizos.
Igual que en las vecinas Salinas Grandes de Jujuy (al norte de Argentina) se encuentra uno a indígenas atacameños, arrancando la sal a pico y pala a más de 4.000 metros de altura, soportando vientos helados y el cegador brillo blanco del entorno; para sorpresa del que llegó desde Buenos Aires y observó en la capital federal una de las poblaciones con menor diversidad étnica de todas las megalópolis del globo.
Aclarando la operación política:
Piñera: "Chile es hoy un país más respetado"
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