Baradero es una linda ciudad de unos 35.000 habitantes, que promociona su ribera sobre el Paraná, sus estancias y su tranquilidad pueblerina como destino de miniturismo bonaerense. Desde 2007 es gobernada por el kirchnerista Aldo Carossi, personaje de esos que los medios llaman “polémico” por la multiplicidad de denuncias que lo vinculan con actividades no muy legales, y su destemplada lengua. Hace poco, por ejemplo, calificó de “faloperos” a los dirigentes locales de la oposición.
En Baradero hay “vecinos ilustres”, como el comisario Osvaldo Somohano, de pasado procesista, amigo íntimo del subcomisario Luis Abelardo Patti, y jefe de la policía bonaerense en épocas del gobernador peronista Antonio Cafiero. Somohano mostró que perpetúa su progenie cuando su hijo Gastón, policía federal, dirigió hace unos años la partida que torturó a Ezequiel Demonty tirándolo a las aguas del Riachuelo.
Y en Baradero también hay policía. Como el oficial Gonzalo Capp, que el 12 de febrero asesinó por la espalda a Lucas Rotella, de 19 años. Lucas iba en moto y no llevaba casco. Como no se detuvo para ser sancionado, el policía usó su escopeta, cargada con cartuchos de postas de plomo, y le disparó dos veces. Buena puntería y relativamente corta distancia, porque cada cartucho suele tener 9 perdigones. Los forenses contaron 18 heridas en la espalda del muchacho, o sea que embocó todos, y estaba lo suficientemente cerca como para que no se dispersaran más allá del cuerpo del chico.
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