En la Argentina se vive una situación muy paradójica en el terreno del debate sobre los derechos humanos, venimos ganando la discusión sobre la memoria contra los defensores del olvido y la impunidad más rigurosa , sobre lo que era y -en parte sobre lo que significaba- el Terrorismo de Estado, logrando condenas contra jefes militares, policiales, algunos civiles entre los que se cuentan hasta un cura y un juez federal, pero estamos perdiendo la batalla cultural sobre el significado de la cuestión de los derechos humanos en el presente.
Están logrando instalar su discurso sobre la “seguridad” por encima del de los derechos humanos; su reclamo de “seguridad jurídica” y “calidad institucional” por encima de la cuestión de la autodeterminación nacional y la soberanía de los pueblos; la idea de la democracia minimalista, puramente formal, reducida a un procedimiento de elección de administradores del capitalismo inmutable, por encima de la idea del poder popular, la democracia verdadera, sustantiva, protagónica y cotidiana que penetre en las fábricas y los cuarteles, las escuelas y los hospitales hasta llegar a ser aquello de gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo que soñaba Abraham Lincoln en el siglo XIX.
Por Rubén Efron *
Hoy se debe rechazar la baja de la edad de imputabilidad.
Hoy la baja de la edad de imputabilidad es un caballo de Troya que puede introducir las concepciones más retardatarias y represivas.
Sin embargo, esta contundente afirmación es una cáscara vacía que incluso se puede volver en contra si no se le da al tema el abordaje riguroso que requiere. Por consiguiente:
1) Una gran cantidad de jóvenes particularmente de los sectores más humildes están fuera del aparato productivo y educativo. Hay zonas del Gran Buenos Aires donde esa cifra llega al 60 por ciento entre los jóvenes de 14 a 18 años. Las consecuencias devastadoras para la subjetividad de nuestros jóvenes no deben ser minimizadas de ninguna forma; en realidad está amenazada toda una generación. Se trata de un verdadero genocidio de los jóvenes. Ninguna medida de carácter legislativo, administrativo, o de cualquier índole puede ignorar este dato. Hay que evitar el riesgo de hacer una relación de causalidad mecánica entre pobreza y la delincuencia en los jóvenes, porque esta mecánica es uno de los procedimientos para la criminalización de la pobreza, porque el problema infraccional debe ser abordado desde la multicausalidad.
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