domingo, 27 de junio de 2010

La vertiginosa vida del naturista que dejó como legado la yerba mate

AMADO BONPLAND. Vivió en muchos lugares pero fue en Entre Ríos donde recibió el respaldo político para su gran obra.

Jorge Riani

Aventura y ciencia. Un inagotable apetito por descubrir los secretos que se guardan en cada recodo de la geografía, en las cortezas veteadas de los terrones extraídos de los suelos, en las plantas y los animales que no conocen otras fronteras que las que levantan sus propias necesidades.
Entre Ríos y sus cercanías fue el destino de no pocos científicos de renombre que buscaban extender los límites del conocimiento humano.
Aimé Jacques Alexandre Goujaud Bonpland fue uno de ellos. En estas tierras firmaba de un modo más simple: Amado Bonpland.
Llegó de su Francia natal a América del Sur tras un intenso viaje por Cuba, México, Estados Unidos, Perú que realizó con un compañero de ruta y curiosidades: Alexander von Humboldt.
La vida de Bonpland fue muy movida en estas tierras y no le faltaron ingredientes: recorrió miles de kilómetros en canoa, buscó plantas exóticas, tuvo romances e hijos con varias mujeres y, en tren de abrir horizontes al conocimiento, fue apresado por fuerzas paraguayas –al mando del dictador Francia– que lo tuvieron presos durante nueve años.
Pero sin dudas la obra perdurable, merecedora quizás de integrar una selecta lista de las acciones científicas con mayor repercusión social fue la introducción de la yerba mate en lo que hoy se conoce como Argentina y Uruguay.
¿Qué papel jugó Entre Ríos, nada más y nada menos que en esta historia de acceder a la yerba? Fue en esta geografía, por entonces República de Entre Ríos, donde Bonpland recibió el respaldo político y económico para producir a nivel industrial la planta de la infusión omnipresente en las casas del Litoral argentino y más allá también.


El Diario-27/6-Leer

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