jueves, 3 de junio de 2010

Apuntes sobre los historiadores argentinos y el Bicentenario de la Revolución de Mayo

A fuerza de represión, de cooptación y de educación patriótica, se fue cimentando una nueva forma de dominación centrada en la imposición de los "valores patrióticos".


El 25 de mayo de 2010, se cumplen 200 años de la llamada Revolución de Mayo en Argentina. El país está por lo tanto a la espera del "festejo" del Bicentenario de aquel momento en que se constituyó en Buenos Aires una junta de gobierno local integrada por las élites criollas. Esta junta fue la que desconoció la autoridad del virrey del Río de la Plata y, en consecuencia, del gobierno español (que en mayo de 1810 no era otra cosa que el Consejo de Regencia de España e Indias, instalado en la isla de León ante la invasión napoleónica de la Península). De este modo, se daba comienzo al proceso conocido como "de la independencia". En este sentido, los historiadores (profesionales y amateurs), así como no pocos periodistas y escritores, están embarcados ya desde 2009 en una oleada de publicaciones, discusiones y otras actividades vinculadas con la historia argentina y, en particular, con la historia de los acontecimientos de mayo de 1810. Este hecho nos llama la atención sobre cuál es la utilidad que tiene la historia en la construcción del presente, de qué modo se la utiliza actualmente por los grupos que aparecen en escena, y de qué modo se la puede utilizar por parte de aquellos que aspiramos al cambio social y a la construcción de una sociedad libre.

Partimos de la base de que toda historia es historia contemporánea, en el doble sentido que le daba el intelectual italiano Benedetto Croce al establecer que la historia se realiza desde un presente (el presente del investigador), y por lo tanto lo que hace el historiador es establecer una interpretación del pasado (y no una "reconstrucción" fiel y objetiva del pasado, cosa por demás imposible), y que además es una historia que "siempre" se construye a partir de los presupuestos y de las inquietudes que tiene el investigador en el contexto social e histórico en el que escribe (como diría Walter Benjamin, toda historia es "anacrónica", porque es "producción" desde el presente y no "reproducción" del pasado). Se deduce de esto, y dado que todo hombre está inmerso en una situación social y política determinada, que toda historia parte de un compromiso social y político, ya sea consciente o inconsciente, implícito o explícito. Este compromiso puede estar del lado de la preservación de un orden determinado (desde un conservadurismo duro a un reformismo disfrazado), o de la subversión de dicho orden.

Augusto Gayubas - La Haine - 3/6 - Leer





Aporte de los Pueblos Originarios a la Educación en el Bicentenario...
Indymedia-3/6-Leer

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